De la silla a ... ¿a dónde?

En estos días de estudio, de largas horas sentado frente a libros y apuntes para conseguir contestar con cierto éxito las preguntas más o menos retorcidas que puedan poner los profesores en los exámenes, las ideas siguen fluyendo y en el mundo las cosas siguen su curso.

Aunque tengas el libro o los folios delante tuyo, en ocasiones los pensamientos están muy lejos de la habitación del piso que compartes con otros estudiantes.

A veces, la mente se desplaza hasta el Tíbet y observa apenada el conflicto entre tibetanos y chinos.

De vez en cuando piensa en si el equipo de baloncesto que más le preocupa conseguirá salvarse.

Otros momentos se sorprende pensando en que el verano se acerca, y se imagina observando las estrellas en compañia de buenos amigos y del mar.

Alguna que otra vez empieza a divagar sobre lo que le deparará el futuro y si éste ya está escrito o hay que irlo escribiendo tal como queremos que sea.

Muchas veces entra en un punto de saturación y se libera desmenuzando los siempre bienvenidos juegos de palabras del maestro de Úbeda.

Otras tantas con el permiso del anterior se deja llevar por la Voz, por los dulces ritmos brasileños o por la nostalgia de las habaneras.

A menudo está en paseando por Manhattan, observando la torre Eiffel, caminando a orillas del Tamesis, paseando por la maravillosa Kontxa, estirada sobre la verde hierba en un prado escocés o en la arena caliente de una playa brasileña.

En ocasiones, sin quererlo, se encuentra cazando un cabo de un velero en compañia de otras dos mentes más o menos gemelas sin que la proa tenga un rumbo predefinido y las horas de su reloj no las marquen otros que el Sol y la Luna.

La mente humana es la herramienta más poderosa que existe, sin ninguna duda.